El tiempo había cesado,
entonces partí, en busca del santuario.
Desesperado, porque pensé que se me acababa el tiempo, me preparé, soñé que era tarde.
Tomé el camino y fuí hacia allí.
Caminé, caminé…
Caminé, caminé…
De pronto una luz, y otra, y otra y más.
El cielo se movía, ¡Relámpagos!,
Pensé, y a tiempo reaccioné.
Me di cuenta que si quería buscar el santuario, no tenía que correr.
Si quería buscar el santuario, no tenía que soñar.
Si quería buscar el santuario, sólo tenía que parar el tiempo y cerrar los ojos, y cerrar mi mente.
Y luego al darme vuelta, allí estaría, ‘El Santuario’.
No había que partir, no había que volver, había que frenar, había que volar.